Nunca es tarde para aprender y ayudar
ONG y universidades brindan espacios para que adultos mayores puedan estudiar, seguir activos, desplegar sus potencialidades y hasta ayudar a otros.
Por Carla Melicci
El clima invitaba a quedarse en casa: cielo nublado,
tormentas aisladas y frío, mucho frío. Sin embargo, ellos se reunieron como
siempre, como todos los viernes, con té y galletitas caseras de por medio, en
el aula de la
Universidad Nacional de Lanús (UNLa).
Ellos no son estudiantes universitarios, pero sí mayores -de
60, de 70, algunos jubilados, otros abuelos- que aprenden, enseñan. Son
representantes de la llamada tercera edad activa, que deciden levantarse todos
los días para ayudar al otro.
"Formamos una gran familia que nunca pierde el bueno
humor", definen entre risas Maruja y Natividad que, a sus 84 y 71 años,
respectivamente, participan en forma activa en el Centro de Voluntariado Social
perteneciente al Centro del Adulto Mayor de UNLa.
Esa gran familia hoy está conformada por 30 personas, donde
cada uno hace lo que realmente sabe. Como voluntaria del centro, además de
contadora y psicóloga social, María Ester a los 60 años cuenta que, junto con
los estudiantes de la carrera de Diseño Industrial de la Facultad , el grupo encaró
un nuevo desafío: crear objetos amigables que faciliten la autonomía, tanto
para mayores o personas que posean algún tipo de discapacidad.
"Nos dividimos en equipos, relevamos escuelas zonales y
hogares de ancianos, y pensamos, sobre la base de sus necesidades, qué podíamos
aportar nosotros para mejorar su calidad de vida. Y creamos más de 30
dispositivos y adaptaciones artesanales, caseros, con materiales traídos desde
nuestras casas -comenta María Ester-. Este año recibimos con alegría la noticia
que nos otorgaron el Premio Bienal de Ancianidad 2011-12 Proyectos Educativos y
Personas Mayores que Enseñan y Aprenden, de la Fundación Navarro
Viola."
Por su parte, Carlos, a sus juveniles 81 años, hace seis que
es voluntario en el Centro del Adulto Mayor de UNLa. Con una larga carrera como
profesor, hoy reparte su tiempo dando clases de arte cerámico en centros de
jubilados y en la Facultad.
Se nota que no es una persona de quedarse con los brazos
cruzados y admite que no le alcanzan las horas del día para hacer todas sus
tareas. "Siempre quise transmitir mis conocimientos a otros, por eso
decidí salir a capacitar gente en los centros de jubilados, pero les enseño
desde el ejemplo", explica Carlos casi sin vacilar, mientras cuenta que en
los 50 pintaba propagandas -"hoy grafitis", corrige- en la calle.
Enseñar desde otro lado
Salomón aprendió bien a los 75 años cómo manejar una
computadora. Tras la inquietud e interés por transmitir sus conocimientos a sus
pares, preguntó si podía dar clases de computación en la Universidad Maimónides.
Y esa pregunta tuvo una respuesta positiva: hoy Salomón, a sus 92 años -aunque
su voz no los aparente- coordina los cursos para adultos mayores que se dictan
en la Facultad.
"Hace cuatro años ya que no doy clases, siento que no
corresponde. Prefiero acompañar a la profesora que dicta el curso porque así
puedo dedicarme más a cada uno de los adultos, a repetirles las cosas mil veces
si es necesario, a enseñarles que no hay que tener miedo a equivocarse",
dice el coordinador.
Salomón manda mensajes de texto, responde e-mails con el
celular y hasta chatea con sus seis bisnietos. "La computadora es un medio
de comunicación, te abre al mundo y si a cada alumno se le da lo que realmente
necesita, sale adelante. No es fácil -apunta el coordinador-, es cuestión de
tener paciencia."
"Nada se construye en soledad", afirma
rotundamente desde la provincia de Córdoba Mirella Canú coordinadora del Centro
de Promoción al Adulto Mayor (Cepram). "Nosotros como adultos -con mis 62
años- tenemos que empoderar nuestros derechos, hacernos cargo, salir, dar el
tiempo que uno dispone al dejar de trabajar, porque todo lo produce ese
encuentro, del voluntariado, permite conocer al otro e ir en contra de nuestros
propios prejuicios."
Por eso emprendieron este año un nuevo proyecto dentro de
Cepram: Derechos Andantes, propuesta también por la Fundación Navarro
Viola. Así, los adultos mayores, junto a profesionales y estudiantes trabajan a
través de un programa de educación comunitaria, para que quienes cumplieron 60
o más conozcan sus derechos, se apropien de ellos y los inculquen en su
entorno.
Como parte del proyecto, Diana relata que tras jubilarse
dejó de ejercer su profesión de abogada, para dedicarse a la narración oral y
al voluntariado dentro del centro. "Somos formadores de ciudadanía. La
verdad que creamos un lindo grupo, de todas las edades, de distintas clases
sociales, heterogéneo. Digamos que se compromete con el trabajo social",
dice con acento cordobés a sus 61 años Diana.
Y afirma sin titubear: "La vejez es un buen momento
para ejercer el voluntariado, porque podemos entregar y compartir ese tiempo
libre que tenemos. Hay que asumirla. A mí me encanta decir soy vieja, lo
disfruto y estoy muy feliz de serlo".
Fuente: La Nación (07/07/2012)